lunes, 24 de noviembre de 2008

El esfuerzo contra la barbarie.

Nunca he sufrido el efecto “fan” por nadie ni por nada. Ningún grupo musical me hizo perder el control en mi adolescencia, ni tampoco ninguna actriz o modelo del momento me llevó a coleccionar recortes de revistas. Ni siquiera el fútbol, deporte de masas donde los haya, me hizo perder los nervios o quitarme el sueño cuando mi equipo (porque hay que ser de algún equipo) ganaba o perdía. Me he alejado siempre de las afiliaciones, ideologías y abanderamientos que desde mi punto de vista siempre te reducen el campo de visión y alienan el espíritu.
Sin embargo, este fin de semana, me he acercado mucho a ese sentimiento. He admirado sincera y profundamente el enorme trabajo y esfuerzo de algunas personas, como Fernando Verdasco, ese chaval de 25 años, tenista en el puesto 16 del mundo (que se dice pronto), que tanto el sábado como el domingo tuvo que añadir a los nervios y la tensión propias de jugar un torneo de primer nivel, la indignante, desesperante e injusta bulla a la que le sometió el maleducado público argentino en la Copa Davis. Torneo que por tratar con equipos nacionales en lugar de jugadores individuales, parece que se le tiene que permitir cualquier cosa.
Pensar en las innumerables horas de entrenamiento, en la cantidad de cosas a las que alguien de esa edad tiene que renunciar para conseguir su sueño, cuando resumes el año a entrenamientos y viajes, centros de alto rendimiento, estricto control de la alimentación y del sueño; y sobretodo, en la enorme fuerza de voluntad para llevarlo a cabo, para seguir día a día durante años a ese ritmo. Con solo pensar un segundo en todo esto bastaría para enmudecerte y vivir la pasión de tu equipo nacional desde el segundo plano que un espectador jamás debería abandonar. Pero claro, las masas no piensan, ni en Argentina, ni España, ni en ninguna parte.
Dan ganas de no volver a ver tenis nunca más. Es una pena que un deporte como este, caracterizado siempre por un respeto ejemplar entre jugadores y seguidores, se vea infectado por esas maneras tan propias del fútbol, ese deporte devaluado como rentable que se ha convertido en desahogo de las frustraciones e infelicidades de tantos. Es una pena que la Federación Internacional de Tenis, se deje llevar por ese histerismo futbolero de manos de escandalosos, maleducados e ignorantes, y deje convertir un torneo de tenis en una fiesta de gritos y bocinas sin control.
Lo siento, no hay excusas. Ni porque sea la Davis, ni porque sea Argentina, ni porque la abuela de Djokovic fuma.
Me pregunto qué se le pasaría por la cabeza a Pascal Maria, ese francés tan serio, árbitro educadísimo de los principales torneos internacionales. Ver la violación de su deporte de forma tan impune. Yo sólo le veía cada vez la frente más arrugada y el gesto más torcido.
¿Y Fernando? Después de conseguir ganar a pesar de todo. Lo más blando que se me pasaría a mi por la cabeza es “joderos todos, acémilas descerebradas, animales de bellota, salvajes ignorantes”. Qué satisfacción tan grande, conseguir superar la presión, controlar los nervios, acallar la indignación, mantener la concentración en un entorno imposible, recordar la técnica, dejar fluir los movimientos aprendidos y guardar algo de lucidez para los momentos clave. Qué alegría que, a pesar de todo, consigues ganar, hacer realidad tus sueños más atrevidos.
Toda una lección para los que quieran algún día perseguir su sueño, y para todos aquellos que únicamente pasan la vida agitando banderas sin pararse a pensar un segundo en lo que están haciendo.

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