domingo, 15 de noviembre de 2009

Transparencia

¿En qué momento de nuestra vida dejamos de decir lo que pensamos? Cuando somo bebés, tenemos hambre y pedimos comida, queremos mimos y alargamos los brazos. En cambio hay un momento en que las cosas empiezan a cambiar. Ya no todo es tan fácil, aparecen nuevos miedos, anticipamos las consecuencias de nuestros actos, analizamos nuestro entorno, a aquellos que tenemos en frente. Los catalogas, los ubicas en determinadas casillas, para sentir algo de tranquilidad en este universo de pura entropía. Se desarrolla el ego, crecen tus obsesiones. Y poco a poco la relación con los demás se vuelve un baile de marionetas, una farsa, una representación de lo que uno quiere mostrar, de lo que uno cree que los demás verán. De repente decir lo que uno piensa se vuelve difícil, lleno de obstáculos y trampas ocultas. La vida ya es demasiado compleja para hacerlo. ¿O quizá somos nosotros que nos empeñamosen hacerla así?
Nos abruman los pudores y nos ciegan los miedos. Nos bloquean los tabúes y nos guían las circunstancias. Tengo sed. Es muy sencillo. ¿Tienes agua?. Parece que tienes sed. ¿Quieres agua? Cuanta sabiduría en un niño de 3 años. Y encima esa actitud nos hace sentir fuertes y seguros. ¡Cuánta miseria!. ¡Cuánta pobreza de espíritu!. ¿En qué momento oscuro nos toca vivir? ¿Así es el Kali Yuga? ¿Será verdad el fin de ciclo maya? ¿Tendrán razón los Testigos de Jehová? A veces lo parece.
Sin embargo, no hay nada nuevo bajo el sol. Mismas pobrezas, mismos errores. ¿Evolución? La razón afirma: imposible. La esperanza me pide decir: improbable...