lunes, 28 de abril de 2008

Vínculos

En ocasiones entre dos personas se forman unos lazos que si al principio se aprietan lo suficiente, se vuelven indestructibles para el resto de la vida.
Los nudos que los unen se endurecen con el paso del tiempo y ni la muerte puede acabar con ellos. Un vínculo vital alimentado por un profundo respeto, admiración, amor, cariño, y auténtica empatía. Dos corazones latiendo al unísono. Dos mentes unidas para siempre en una extraña e inusual fusión espiritual.
Es el caso de mi tio-abuelo Manolo, que ya pasó hace mucho tiempo el status de persona especial para pasar a convertirse como mínimo en mi ángel de la guarda en vida. Con sus 87 años, prácticamente sordo, sin ver demasiado bien y cada día más problemas para moverse con cierta seguridad, su gesto se transfigura cuando me ve aparecer tras la puerta en las esporádicas visitas sorpresa que de tanto en tanto los 600 kilómetros que me separan de él me permiten hacerle.
Sus manos antaño calientes como calderas a toda máquina, ahora están siempre frías para refunfuño de su dueño. Por más que las contengo entre las mías no es posible calentarlas más allá de lo que su anciana naturaleza permite, pero su corazón late renovado y sus ojos recobran parte de su brillo.
Los “jóvenes de cierta edad”, como él acostumbra a decir, empiezan a tener algunas limitaciones, pero últimamente, está comenzando a ser “joven de cierta vejez”, y esa ansiada pero nunca bien recibida invitada va haciendo mella.
En ocasiones entre dos personas se forman unos lazos que, si te fijas bien, los ves ahí delante, apretando espacio y tiempo.
No sé exactamente cuándo ni de qué manera debieron apretarse los nudos. Supongo que la visita diaria durante mis primeros 5 años de vida para colaborar con mi madre en ducha y cena, así como para contarme el cuento de rigor hasta que acariciaba el sueño tuvo algo que ver. Supongo que sus cientos de cuentos, historias de su infancia, chascarrillos, chistes absurdos e innumerables horas jugando a las cartas también debieron aportar su granito de arena. Su amor incondicional, su labor de 10 abuelos en uno, su paciencia, su perseverancia y su eterna devoción probablemente debieron influir. Y aquí estoy yo, con 27 años, un chiquillo en un cuerpo adulto, dedicándole una mínima porción de lo que él me ha dado a lo largo de muchos años, a sabiendas de que nunca podré compensar la balanza.
En ocasiones entre dos personas… se forman vínculos extraordinarios. Que traspasan toda lógica y toda física. Energía inclasificable, más potente que cualquier invento humano.
Ahora las conversaciones son un popurrí de recuerdos, anécdotas y aventuras pasadas. Mi vida es el futuro y la suya es el pasado; y juntos, las compartimos en el presente. Al menos una vez más, rememorando nuestro vínculo indestructible.

2 comentarios:

GRONDY dijo...

Esos vínculos, son sin lugar a dudas, los mejores, nada, seguramente tenga que ver que seais familia..........

Bonito homenaje.

SALUDOS.

JGT dijo...

No creo que la familia tenga nada que ver. Nunca tuve una familia ni muy extensa ni demasiado bien avenida. Estos vínculos sin duda pueden formarse entre personas que no tengan ningún parentesco. Algún día hablaré de algún otro...