martes, 24 de junio de 2008

El espejo

Día 1: Amigo Loan, no me preguntes por qué, pero no suelo mirarme mucho al espejo. Hay gente que incluso practica sus discursos enfrente de él, entrena expresiones, relata cuentos, o cuenta chistes. Otros simplemente satisfacen su vanidad o lo utilizan como una herramienta más de su taller de reparaciones facial diario.
Sin duda yo me pierdo algo. Después llega la hora de enfrentarte al mundo y pones caras que no sabes cómo se ven desde fuera. Eso tiene que ser una desventaja, pero supongo que estas cosas no se pueden cambiar de un día a otro. Ahora me he propuesto todos los días mirarme detenidamente un par de minutos cada día, saludarme al pasar y echarme alguna sonrisa juguetona.

Día 2: Mi encuentro conmigo mismo ha sido todo un éxito. Me he mirado, he sostenido la mirada, y he reflexionado sobre lo que veía. Tengo que reconocer que me ha gustado. Una mirada transparente, alegre, abierta, satisfecha consigo misma y con ganas de salir ahí fuera a darle caña al mundo.

Día 3: Hoy me he parado más de la cuenta ante el espejo. No me había dado cuenta antes de lo pálido que estoy. ¿Será hoy o siempre he sido así de desnatado? Tendré que investigar sobre el tema. Por lo demás todo bien, me voy acostumbrando a mi cara.

Día 4: Confirmado, después de preguntarlo a media oficina y llamar a 14 amigos, he concluido que siempre he sido muy blanco de cara. Esto tiene que cambiar. Me han hablado de unas cremas bronceadoras que son pura magia.

Día 5: Hoy no me he sonreído. He detectado unas espinillas horribles repartidas estratégicamente por toda la nariz. He tardado 35 minutos en quitarlas todas. Después me he visto obligado a pedir la mañana libre porque mi nariz había adquirido un tamaño y color muy similar al de una berenjena.

Día 6: ¡Esas ojeras no estaban ahí ayer! ¡Juro que no estaban! Seguro que el horrible dolor que me producía respirar por la nariz y las pesadillas con clones de mi mismo persiguiéndome por las calles algo han tenido que ver.

Día 7: He pasado hora y media en el cuarto de baño. He aplicado cuidadosamente y cada una en su zona de acción las 7 cremas y 3 lociones que me compré ayer para solucionar mi manifiesto problema de sequedad de piel.

Día 8: Mi nariz ha vuelto a la normalidad y eso me ha hecho tremendamente feliz. Las ojeras persisten, pero he descubierto la solución en forma de mascarilla para hombres. La metrosexualidad se ha revelado ante mí como una consecuencia inevitable de la evolución y no como una tendencia social. No me cabe la menor duda de que el hombre, a medida que transcurran las generaciones, perderá el meñique del pie, las muelas de juicio y nos maquillaremos sin complejo alguno.

Día 9: Ya no me digo cosas bonitas ni se me ocurre sonreír, pues se revelan esos dientes ligeramente superpuestos y algo amarillentos que me caracterizan. Este año no habrá vacaciones. Habrá que ahorrar para un blanqueado y ortodoncia completa. No sé cómo no me lo había planteado antes.

Día 10: Hoy me ha salido un grano del tamaño de Madagascar en mitad de la frente. No sé si he sentido odio o miedo. He salido corriendo y me he metido en la cama tapado hasta la nariz con temblores irrefrenables.

Día 15: Llevo una semana metido en cama. Entro en el baño a gatas para no ver mi reflejo en el espejo y luego regreso corriendo sin mirar atrás.

Día 16: He hecho de tripas corazón, y me he aventurado a mirarme al espejo. El paisaje era desolador, pero al menos el grano ya había desaparecido. Mi jefe me ha llamado 3 veces y ha amenazado con hacerme no sé qué agujero más grande con parte del mobiliario de su despacho.

Día 20: Después de la Gran Crisis del Grano, he aprendido a quererme como soy. Me ignoro hasta salir de la ducha. Me miro fríamente, sin compasión. Inicio los trabajos de recuperación, reciclaje y restauración imprescindibles con movimientos implacables y precisos. Una vez todo queda en regla, media vuelta militar y marcha al mundo exterior mentalizándome para no cometer ningún desliz gestual.
Ahora soy mucho más feliz, controlo mi apariencia, conozco mis defectos, soy consciente de lo que muestro al mundo. No entiendo cómo podía vivir antes sin mirarme al espejo.